ESTUDIO BIBLICO LIBRO DE JOSUE II PARTE: CONQUISTANDO LO QUE PARECE IMPOSIBLE
TEXTO: JOSUE 6:1-5
INTRODUCCION
Esta noche vamos a reflexionar en los detalles de la primera conquista que el pueblo de Israel hizo al entrar a la tierra prometida: La conquista de Jericó.
Jericó era una ciudad muy antigua habitada por los cananeos, se le llamaba la ciudad de las palmeras y sus habitantes eran adoradores de la luna, era una ciudad rodeada por grandes murallas altas y anchas que personas habitaban en el muro de la ciudad, es decir sus casas estaban construidas ahí, tal fue el caso de Rahab, la mujer que ayudo a los espías Israelitas (Josué 2.15)
Debido a sus altas murallas a la ciudad de Jericó se le llamo la ciudad “Inconquistable” y eso les daba seguridad a sus habitantes.
En el texto encontramos que la ciudad estaba totalmente cerrada a causa del pueblo de Israel, todas sus puertas estaban cerradas, sus murallas estaban bien custodiadas, y no había forma que nadie entrara ni saliera de la ciudad (Josué 6:1)
REFLEXIONEMOS PRIMERAMENTE EN ESTOS DETALLES DE LA HISTORIA:
- Si para Dios no hay nada imposible ni no hay nada que sea difícil para él, ¿Por qué permite que nosotros enfrentemos situaciones que nos parecen imposibles o muy difíciles de resolver? ¿Por qué no las resuelve el mismo?
Y la respuesta es que nuestro Dios lo permite para
PROBAR NUESTRA FE (1 Pedro 1:7)
QUE LO CONOZCAMOS (1 Reyes 20:28)
Ahora cada uno de nosotros debe reconocer que cosas de nuestra vida pueden representar a Jericó, esas situaciones, esos problemas, esas peticiones, que para nosotros parecen imposibles de conquistar, imposibles de vencer, imposibles de obtener.
- Son imposibles para nosotros, pero no son imposibles para Dios (Lucas 18:27)
Veamos en la historia de la conquista de Jericó que necesitamos para poder conquistar lo que parece imposible:
- NECESITAMOS COMPRENDER QUE DIOS ESTA DISPUESTO A DARNOS SU AYUDA EN LA BATALLA (JOSUE 5:13-15)
- Por los detalles que nos da el texto podemos comprender que ese Príncipe del ejercito de Jehová es una teofanía, es decir era Dios mismo manifestado en apariencia humana, pues podemos ver como Josué lo adoro y él se lo permitió.
- La espada desenvainada nos muestra que Dios estaba listo para entrar a la batalla, el llegaba a pelear, el iría con Josué a la guerra.
- Nuestro Dios es guerrero es Dios de batallas, y nuestras batallas son sus batallas (Éxodo 15:3 / 2 Crónicas 32:8)
- Dios está dispuesto y listo para la batalla, ¿estamos nosotros dispuestos a ir a la batalla?
- PARA CONQUISTAR LO QUE PARECE IMPOSIBLE TENEMOS QUE CONFIAR EN LAS PROMESAS DE NUESTRO DIOS (JOSUE 6:2)
- Con estas palabras Josué solamente tenia dos opciones: creerlas o no creerlas, si las creía tenia que ir a conquistar confiando que Dios ya le había dado la victoria, si no las creía se quedaría buscando estrategias humanas, ideando un buen plan según su capacidad, pero que seguramente fracasaría.
- Nosotros también tenemos de parte de nuestro Dios preciosas promesas (Isaías 41:10 y 13) tenemos que confiar en ellas salir a conquistar nuestro Jericó.
- Podemos tener TOTAL CONFIANZA en las promesas de nuestro Dios (Números 23:19)
- PARA CONQUISTAR LO QUE PARECE IMPOSIBLE TENEMOS QUE OBEDECER LAS INSTRUCCIONES DE NUESTRO DIOS (JOSUE 6:3-5)
- Las instrucciones de Dios para Josué eran humanamente extrañas o ilógicas, pues lo normal, lo natural, seria que prepararan armas, que prepararan escudos y espadas para entrar en combate, pero no fue así, ellos tenían que rodear la ciudad una vez cada día y al séptimo día tenían que rodear siete veces y tenían que gritar fuertemente para que los muros cayeran.
- Tenemos que saber que muchas veces las instrucciones de Dios para nosotros pueden parecer extrañas, pero si las obedecemos tendremos victoria. (Isaias 28:21)
- Nosotros en la palabra de Dios tenemos nuestras propias instrucciones y tenemos que obedecerlas:
- Tenemos que creer (Marcos 9:23)
- Tenemos que permanecer en Dios y en sus palabras (Juan 15:7)
- Tenemos que poner a Dios primero en nuestra vida (Mateo 6:33)
- Tenemos que deleitarnos en Dios (Salmo 37:4)